Bien merecido tiene Martín Palermo el apodo de Loco. Cada historia suya con la camiseta de Boca es única e irrepetible. Como la que sucedió un 13 de noviembre pero de 1999. Aquella noche, en la victoria frente Colón en Santa Fe, el mítico centrodelantero convirtió su gol número 100 en el Xeneize. Un grito que lleva la esencia de la épica por la manera en que lo logró.
A los 24 minutos de la etapa inicial, el entrenador actual del Xeneize, Sebastián Battaglia, capturó un rebote afuera del área y tocó de primera para Juan Román Riquelme, actual vicepresidente del club, que tras dormir la pelota con el pecho y sacarse de encima a un rival con una gambeta, habilitó de cachetada al Titán y éste no perdonó.
Su remate fue pidiendo permiso hasta el rincón izquierdo del arco. Apenas se infló la red, Palermo se levantó la remera y quiso salir disparado hacia el banderín del córner para festejar su centenar de goles en Boca. Sin embargo, apenas pudo trotar. Un par de jugadas antes del gol, había pisado mal en el área y se había roto los ligamentos cruzados de la rodilla derecha.
De la celebración al hospital. Cuatro minutos después del 1-0, Carlos Bianchi lo reemplazó por Christian Giménez. Los estudios posteriores confirmaron el peor panorama, aunque Palermo, quien llevaba 14 goles en 13 presencias en el Torneo Apertura, no agachó la cabeza y demostró porque es el máximo goleador del Xeneize.
Se recuperó en poco más de seis meses y tuvo su regreso soñado en el Superclásico frente a River de la vuelta de los cuartos de final de la Copa Libertadores 2000. El Virrey lo metió en el complemento y marcó un “muletazo” histórico para el 3-0 definitivo y la clasificación del equipo azul y oro a otra instancia de la Copa. Un goleador temible por todos los equipos del mundo.