El quiebre en la noche de ayer se dio cuando Juan Román Riquelme le pidió a los futbolistas de Boca que se bajaran del micro y regresaran al vestuario para mantener una charla. Fue breve, duró 10 minutos y tuvo una buena recepción. Pero en la vuelta al micro, un referente del plantel le comentó a Sebastián Battaglia que esto no debió pasar y que el técnico no debió permitirlo.
El único punto que no tomaron a bien los jugadores fue la decisión de bajar al plantel del micro, delante de las cámaras y los hinchas. Allí, los jugadores sienten que quedaron expuestos y que todo aquello podría haber sido evitado. Incluso, la charla podría haber tenido lugar hoy mismo, en el predio de Ezeiza, antes o después de la práctica matutina.
Más allá de esa discrepancia, lo cierto es que para nada generó un cortocircuito entre los jugadores y el vicepresidente y cabeza del Consejo de Fútbol. Ambas partes están de acuerdo que, para lograr los objetivos, es necesario un cambio de actitud y los jugadores tendrán que demostrarlo en el próximo partido ante Argentinos.
En primer lugar, no existieron gritos ni nada de eso. Sí un momento tenso. Con claros gestos de enojo, Riquelme remarcó ante el plantel que la actitud ante Vélez y el primer tiempo ante Gimnasia no es el camino para el equipo. A la vista del Diez, el equipo está jugando nervioso, de cara a lograr la clasificación a la próxima Copa Libertadores.
Riquelme buscó darle respaldo al plantel y reafirmar su confianza en los jugadores, tal cual lo manifestó ante la prensa, a la salida del vestuario. La idea fue la de no cargar más de nervios al equipo, porque el partido ante Argentinos Juniors será clave para las aspiraciones del Xeneize de meterse en la próxima competencia internacional.