Érase una vez que un día un cierto arquero de un equipo muy importante con un porte físico imponente era el protagonista central de una definición por penales que llevaría a su club a disputar una nueva final del torneo de clubes más importante de Sudamérica. Había arribado con expectativas de recuperar cierta grandeza perdida y la recuperaría, pero se iría marchitando al año siguiente, pero esa es otra historia. Lo cierto es que el personaje en cuestión es Sergio Romero y debido a sus heroicas atajadas llevaría a Boca a disputar el partido decisivo contra el Fluminense en el mítico Maracaná por la Copa Libertadores, pero antes debía medirse con el Palmeiras, otro conjunto de Brasil y justo hoy, un 5 de octubre, se cumple un año de aquella infartante serie desde los doce pasos.
El elenco conducido en aquel entonces por Jorge Almirón y, entre otros, se erigiría en héroe una vez más “Chiquito”, que con su intuición y su olfato futbolístico le permitirían contener las ejecuciones de Raphael Veiga y del capitán Gustavo Gómez para que luego sus compañeros hicieran el resto del trabajo.
Otro a quien no hay que quitarle protagonismo es a Edinson Cavani que, pese a que malogró su penal en la tanda, sería importante puesto que había marcado el único gol de su plantel y tendría una destacada tarea en tierras brasileñas.
La expulsión por doble amonestación a Marcos Rojo y que le impediría poder estar presente ante el “Flu” en Río de Janeiro fue un tormento para el Director Técnico ya que tendría que sacar a uno que desnivelaba –Valentín Barco– para que fuera sustituido por Nicolás Valentini y conformar una línea con cinco defensores.
Se luchó, se sufrió y resistió como pudo, pero el “Xeneize” en aquella jornada de nervios y en un ambiente hermético conseguiría su premio, uno que hasta este día se lo recuerda con nostalgia, al margen de que después no terminaría consiguiendo el trofeo mayor ante un elenco de estrellas, en su casa y con su gente.