El hombre detuvo su marcha. Había llegado a destino. El mismo de tantas otras veces, pero esta oportunidad era distinta. Estaba al tanto de la situación y no dudó en ir hasta allá. Conocía el camino de memoria. El colectivo 39 desde Balvanera, para bajarse en la Avenida Patricios y desde allí caminar un puñado de cuadras hasta Brandsen 805, la dirección donde está ubicado el estadio de Boca. Una calle que aprendió desde pibe, casi al mismo tiempo que la de su casa, según detalla el medio digital Infobae recopilando esta historia.
No era día ni horario de partido. Había leído en los diarios que aquel 4 de diciembre de 1984, su amada Bombonera iba a ir a remate, como coronación del caos que gobernaba al conjunto azul y oro desde hacía varios años. Algún duende misterioso lo llevó hasta ahí. Quizás para verla por última vez. O para intentar con sus ganas y su pasión, torcer un destino que parecía inevitable.
La crisis del “Xeneize”. Los medios ya habían agotado todos los sinónimos posibles para referirse a ese grande a la deriva, que estaba afrontando su hora más dolorosa. ¿Cuándo comenzó la debacle? Alguno podría decir en los últimos años de Alberto J. Armando en el poder. O en aquella aventura llamada Maradona, en medio de un país que inmediatamente después del pase, cambió las reglas de juego, con una feroz devaluación que lo envió a la lona. Es que el club boquense pareció eso. Un boxeador que supo de grandes veladas, pero que dilapidó las riquezas. Ahora andaba con el paso vacilante, sin poder mantenerse en pie.
Esa temporada, tan errante en lo institucional como en lo deportivo, con una huelga de los futbolistas profesionales lo obligó a afrontar seis partidos del torneo de primera división con chicos de las inferiores. Cinco derrotas y un empate fueron la lógica consecuencia. El domingo 11 de noviembre, luego de caer 4-1 frente a River en el Monumental, lo poco que quedaba de la dirigencia del plantel, pidió la intervención al gobierno nacional, ante una crisis terminal.
Se suponía que quien iba a tomar a su cargo la delicada situación era la Secretaría de Deportes, comandada por Osvaldo Otero, años después presidente de Racing, secundado por un hombre de vasta experiencia en el Rugby, como Rodolfo O´Reilly.
Sin embargo, como se trataba de una asociación civil acéfala y en cesación de pagos, tomó parte el Ministerio de Educación y Justicia. El titular era Carlos Alconada Aramburú, que llamó a uno de sus asesores para plantearle la situación. Era Federico Polak.
