Con Miguel Merentiel como figura, Boca se lo dio vuelta a River en el Estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba por los cuartos de final de la Copa de la Liga 2024 y ganó por 3-2. Pocos días después del superclásico, el padre de la Bestia confesó su fanatismo por el Xeneize, rememoró el momento donde su hijo le contó que iba a jugar en el club presidido por Juan Román Riquelme y recordó el tridente del plantel de Carlos Bianchi que lo hizo feliz.
“¿Si grité los goles el domingo? ¿Qué te parece? En casa somos todos de Boca. Yo me hice hincha a finales de los 90, cuando arrancó la era Bianchi. Me enloquecía aquel equipo de Riquelme, Guillermo y Palermo. ¡Qué equipazo! Y Miguel creció viendo a esos jugadores. Es más, el perro de mi hijo se llama Juan Román. Un día me llamó y me dijo: ‘Papá, voy a jugar en un club que te va a poner muy feliz’. Y casi me largo a llorar”, confesó Julio Miguel en una entrevista para La Nación.
Además, consultado sobre si puedo dormir el domingo, consumado el Superclásico con victoria Xeneize, el progenitor del goleador uruguayo expresó: “Un poquito costó, je. Uno siente un orgullo enorme por todo lo que está haciendo Miguel. Como padre, pero también como hincha de Boca”.
La historia del padre de Miguel Merentiel y la relación con su hijo
En Uruguay todos lo conocen como “Colita”, nació en Paysandú el 20 de octubre de 1973, tiene 50 años y se dedica a la venta y reparto de pizzas a comercios de la zona. A los 15 años debutó como futbolista en Bella Vista de Paysandú, y enseguida captó la atención de Nacional, un gigante del país, que acababa de obtener la Copa Libertadores, la Interamericana y la Intercontinental. Colita mostró su potencial y se convirtió en la principal promesa de la cantera del Bolso. Sin embargo, no resistió el desarraigo y retornó a su ciudad para convertirse en leyenda del fútbol sanducero.
Si bien fue Sandra, su mujer, quien más acompañó a La Bestia en sus inicios en el fútbol charrúa, Julio fue un espejo para el delantero, por sus condiciones en el campo de juego (se retiró en 2004, cuando el jugador de Boca tenía 12 años) y, por sobre todas las cosas, por sus lecciones de vida.
Colita no estuvo presente en Córdoba por motivos laborales. Si iba, perdía dos días de trabajo. Desde que Miguel llegó a Boca, Julio viajó dos veces a Buenos Aires. Para el partido con Nacional de Montevideo por los octavos de final de la Libertadores 2023 (2-2 en los 90 minutos y victoria 4-2 en los penales) y con San Lorenzo (triunfo 2-1), en marzo de este año. En los dos partidos su hijo metió un gol. “Lo primero que se me viene a la cabeza es cuando Miguel jugaba en las inferiores de Peñarol y nos decía a mi señora y a mí que quería volverse, que extrañaba a la familia. Yo le decía: ‘hijo, no cometas el mismo error que yo’. Porque si bien fui muy feliz jugando en Paysandú, tenía condiciones para llegar más lejos”, acepta, arrepentido.
Antes y después de los partidos, Julio le envía un mensaje a su hijo para darle aliento o felicitarlo por un gol. “Miguel me dice que no mire nada, ni lo bueno ni lo malo, pero uno consume fútbol”, advierte. Si Boca pasa a Estudiantes, intentará estar en la final, aunque no promete nada: “Mis amigos me dicen que me olvide un poco del negocio y disfrute el presente de mi hijo. Y la verdad, pensándolo bien, puede que tengan razón…”.