Ya hace tiempo que a Juan Román Riquelme le cambió la vida. Que dejó de lado el duelo del final del jugador que llevaba adentro y le dio paso a la acción en su nuevo rol de directivo. Pero desde hace un año, el gran ídolo de Boca se transformó en el Presidente número 31 de la institución. Y ya desde la tarde en que quedó formalizada su asunción dejó una marca registrada.
Es que aquel 27 de diciembre Román no se hizo presente en la vieja sala de reuniones de la Comisión Directiva para iniciar su mandato, dado que ya había decidido hacerlo de hecho en su lugar en el Mundo Boca, allí donde inició un tiempo inédito en el que el poder del club boquense se mudó al coqueto y lejano Predio de la calle Presbítero Juan González y Aragón, en Ezeiza.
No fue una sorpresa esa mudanza de la presidencia, aunque sí que ya desde esos primeros meses se vislumbrara que la conexión con el resto de la Comisión Directiva fuera (a excepción del secretario general Ricardo Rosica y algunos otros visitantes ocasionales), casi nula. Ya con Jorge Amor Ameal –hoy vicepresidente y sin trato con el ex “10” ni función específica en el club-, Román asistía poco y nada a los encuentros con la dirigencia.Reuniones que en la actualidad son mucho más espaciadas y se suelen hacer en el SUM de Casa Amarilla.
Lo que sí el ex jugador no dejó de lado fueron las responsabilidades de monitorear y tomar decisiones permanentemente. Y ese cambio sí que se hizo más visible a través de hechos puntuales, como las conferencias de prensa donde se presentaron a los dos primeros entrenadores de su gestión y a todos los refuerzos incorporados hasta acá, a excepción del último, Carlos Palacios, que quedará para la primera tanda del año entrante.
Desde ese nuevo rol, también modificó rutinas respecto de los viajes, acompañando al plantel a la gran mayoría de las excursiones que hizo fuera del país por Copa Sudamericana y tambiénal interior, las numerosas veces que al “Xeneize” le tocó jugar más allá de Buenos Aires.