Seguramente que la situación de Boca está muy lejos de ser la ideal. Tal vez una buena definición del momento podría ser que es un poco tarde para ganar. Pero lo cierto es que Fernando Gago recuperó este domingo ante Defensa y Justicia un gesto que casi no se le había visto desde que se hizo cargo del equipo que con el 4 a 0 ante Defensa alcanzó su sexto triunfo al hilo y se subió a la punta de su zona en el Torneo Apertura. Se lo vio sonreír a Gago, nada menos. Y esa señal que dio el DT xeneize tiene explicaciones varias para poder entender por qué de a poco (y a fuerza de triunfos y un rendimiento en alza) la temprana eliminación de la Copa Libertadores va quedando atrás.
La más fuerte es que el partido que jugó Boca fue casi perfecto. Sin exagerar, hubo conexión entre las líneas, individualidades destacadas y -tal vez lo más importante- efectividad de cara al gol, algo que muchas veces explicó la falta de puntos en momentos clave. Si bien tenía por delante un desafío de los complejos, ante un rival siempre intenso, supo a qué jugar y apostó por la salida prolija, yendo de lateral a lateral y acelerando con todo cuando aparecía el hueco. Así, las espaldas de los laterales rivales empezaron a sufrir muy temprano por las escaladas de Blanco y Blondel, en coordinación con un medio desde el cual Zenón y Palacios manejaban todo con movilidad y precisión.
Justo antes de los 10 minutos y en uno de los primeros avances profundos, el chileno encaró a la defensa con espacio y en un pase quirúrgico lo dejó a Cavani sólo, con la red de frente y el arquero vencido. Y así el Matador tuvo la chance de sacarse la mufa y esta vez sí empujarla al gol para el 1 a 0, que aún no tenía demasiado sustento. Sí lo tuvo el segundo, que ya merecía largamente y que llegó por una definición de antología de Milton Giménez (le rompió el arco a Bologna) tras otra buena asistencia del número 8.

La sensación que recorrió la Bombonera en ese momento sí que hacía rato no se vivía. Nadie dudó ahí, promediando los 30 minutos del primer tiempo, que el partido estaba resuelto. Y no era exceso de confianza, sino simplemente entender que algo cambió. Que el golpe de la Copa tal vez ayudó a entender que con un plantel así no hay mucho espacio para tanta irregularidad. Que la imperiosa necesidad por acostumbrarse a ganar debería ser el principal argumento para dejar de contar puntos a fin de año y volver a soñar en grande.
Esa realidad quedó reflejada en la salida hacia los vestuarios, con aplausos rotundos donde hace un par de semanas sólo había silbidos e insultos. Y encima, al volver para el complemento tampoco hubo lugar para ninguna sorpresa. Boca siguió siendo práctico, dominando, jugando a uno o dos toques, con niveles muy altos y (otra vez, lo más importante) liquidando en los papeles la historia con el 3 a 0 conseguido cuando apenas se jugaban cinco minutos de la segunda parte, otra vez con una sutileza de Giménez para definir una contra que Blondel manejó a la perfección.

Para cuando Merentiel entró y abultó el resultado, la cancha ya había tronado y no para meter presión como en los últimos tiempos. Ese semblante en las caras de la gente respondía a la confianza en lo que viene, aún con la carga de lo perdido. Cuatro goles, todos de sus tres número 9, seis victorias seguidas. Todo redondo. Sin sospecharlo, a la Boca de pronto volvió la fiesta. Y eso (y la punta), justifican ampliamente la sonrisa de Gago.
